Kakistocracia: Los canallas en la función pública

6 May 2018






Ser peruano es un desafío enorme pero no por ser hierba nacida en esta extensa, multidiversa y nutrida tierra, sino porque tenemos tantos pendientes sociales, de tal implicancia estructural que no hay forma de que resolvamos ninguno de ellos si no es a través de largos procesos. El problema es que no hay quién inicie nunca esos procesos porque llevamos décadas teniendo un menú político miserable, de gente miserable a la que le importa nada las vidas y desventuras del peruano. Gente canalla que ha hecho de la función pública un indigno oficio de permanente saqueo del país. Hemos pasado de los malhechores solapados, a los desvergonzados lavadores de dinero involucrados con el narcotráfico, mafias de la peor estofa, del narco, la minería, la industria, los lobbies descarados, de la cutra internacional, global y local.

Escucho a César Villanueva (el título de primer ministro le va quedando grande) decir en el Congreso, ante la horda de delincuentes que lo puebla, que el anti le ha hecho mucho daño al país y me dan arcadas del asco, de la náusea. ¿Cómo un hombre que encabeza el nivel ejecutivo del gobierno, un hombre que lidera ejecutiva y políticamente el gobierno puede ceder de manera tan rastrera ante lo que más daño le ha hecho y sigue haciendo al país: gente con vínculos delictivos, delincuentes procesados, acusados o denunciados, gente sin ninguna preparación, pero peor aún sin ninguna intención de hacer algo auténticamente por aquellos a quienes dice servir, a quienes debería servir. La perversión a la que todos los canallas de la función pública han llevado la praxis política es tal, que Villanueva y Vizcarra están convencidos de que eso es hacer política, están seguros de que eso es ser un “buen
político”: someterse a la fuerza destructiva del fujimorismo porque creen que es su mejor apuesta para permanecer en el poder. Villanueva y Vizcarra validan con ello la extirpación de lo ético en la práctica política. Ciertamente es muy difícil maniobrar políticamente teniendo como contraparte a una mafia legalizada, pero son ellos, los líderes políticos, los que tienen el poder mayor de las riendas del país, quienes tienen la mayor responsabilidad y recursos para cambiar el curso de las cosas,  de nuestra historia. ¿Qué es ser verdaderos políticos? ¿Qué es hacer justicia a ese término? Es liderar la Politeia, el espacio en el que se intersectan el gobierno y sus ciudadanos. 
Los antiguos griegos tenían muy bien estudiados los factores que debían convergir para que un pueblo, ciudad, país, pudiera ser próspero. La educación era una de las claves. Y lo penoso es que ya lo sabemos. Sabemos que un pueblo mejor educado defenderá mejor sus derechos, ejecutará mejor sus obligaciones, vigilará más escrupulosamente lo que hacen sus gobernantes. Lo sabemos y sin embargo, gobierno a gobierno, todos se llenan de otras prioridades y dejan la educación a la deriva. No es casualidad, y eso también ya lo sabemos. Pero seguimos dejando que nos violen, que nos trasquilen, que nos saqueen. Necesitamos sumar más fuerzas para combatir a estos gobiernos sucesivos de la peor calaña de gente cada vez más decadente. Debemos empezar o no será nunca. O no seremos nunca libres de su opresión. Los griegos denominaban al gobierno de los peores Kakistocracia, de kakos que es lo malo, lo sórdido, lo perverso e innoble.
¿Qué beneficio tiene para el Perú que Villanueva y Vizcarra se extiendan como felpudos para que Chacones, Tubinos, Becerriles, Ramírez, Vierias, Betetas, Bartras y demás kakistócratas les pasen por encima? ¡Ninguno! Ningún beneficio más que guardarse mutuamente intereses de poder.
Hace unos días tuve que ver un documental con un auditorio de 30 personas en el que la única peruana era yo. El documental de dirección estadounidense recoge la experiencia de la compra de las laptops OLPC (One Laptop Per Child o una laptop por niño) que se hizo en el gobierno de García sin ningún plan pedagógico ni de entrenamiento serio a los profesores que impartirían las clases a niños de sierra y selva que las recibirían, profesores que no habían tenido contacto con computadoras, o muy mínimo. El Perú pagó 200 millones de dólares por 800.000 computadoras en fase de prueba en el mundo (fuimos conejillo de indias) que fueron a parar a lugares donde en muchos casos no había ni electricidad ni internet. El ministro Chang, de Educación, hizo aprobar la compra con los técnicos de su universidad que obtuvieron un contrato de capacitación (https://goo.gl/LSbNCK). Qué vergüenza sentí ver retratada en ese filme la síntesis de nuestra desgracias: niños peruanos ilusionados con un aparato que al final les sirvió de poco o nada, mientras unos cuantos engordaron sus bolsillos porque nos gobiernan hace tiempo los peores, los que solo piensan en términos de poder y dinero. Esos para quienes los peruanos son solo una montaña de 30 millones de cuerpos que pisotear, moler y saquear. Villanueva y Vizcarra no los detendrán, es más, los sostienen.

Cuestión elemental de ética



Cuestión elemental de ética

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18 Ene 2018 | 6:00 h
Determinar si el autodenominado “indulto humanitario” al ex presidente Fujimori afecta –o no– normas internacionales y sentencias ya dictadas por la Corte Interamericana es algo que será determinado en las próximas semanas por el mismo tribunal.
Podrá hacer uso –o no– la Corte de decisiones previas en las que, por ejemplo, ha dejado establecido el concepto de que “el otorgamiento indebido de beneficios en la ejecución de la pena puede eventualmente conducir a una forma de impunidad”. Podrá pronunciarse también, eventualmente, también sobre la validez jurídica de “gracia presidencial” que ha determinado que el indultado no sea procesado en el caso Pativilica. A no dudarlo, la eventual falta de colaboración por el Estado, si el gobierno opta por impedir que la Corte conozca el expediente por el que se dispuso el indulto, pesaría en su contra.
No voy a incidir en esta nota, pues, sobre los aspectos jurídicos del caso. A lo que el tribunal resuelva habrá que remitirse así como a su pleno cumplimiento por el Estado como corresponde a un país que respeta el derecho internacional y su Constitución. Y en concordancia, también, con los criterios ya adelantados por el presidente del Poder Judicial, el Defensor de Pueblo y el presidente del Tribunal Constitucional en el sentido de que los fallos del tribunal interamericano deben cumplirse.
Más allá de lo jurídico, hay otros asuntos, que son medularmente éticos y que tienen que ver con asuntos que no son de poca monta como la perversión del poder y las amenazas del “grave riesgo de fractura social” que algunos han detectado certeramente en el indulto express navideño dispuesto en beneficio de alguien que no fue condenado por “excesos o errores” o por robar una jaba de manzanas sino por muy graves crímenes.
Esta semana se ha conocido una clara posición pública expresada por más de 500 profesionales de la psicología aporta elementos de reflexión sobre aspectos que han quedado en segundo plano por los análisis jurídicos. Creo indispensable recoger algunos de esos conceptos pues merecen mayor difusión y análisis. Me remito a transcribir los tres aspectos que creo más relevantes de ese pronunciamiento sobre lo que es, en esencia, una cuestión de ética.
1.- Retroceso en la justicia. “… hemos asistido los últimos días a un elevado grado de perversión del uso del poder en el Perú. Es perturbadora la evidencia de cómo el presidente ha actuado en su beneficio y en beneficio del expresidente Fujimori, sentenciado por delitos considerados de lesa humanidad. El resultado es la grave interferencia y modificación de los efectos de resarcimiento psicológico y moral que emanan de la justicia, además de hacernos retroceder años de severo esfuerzo por lograr procesos judiciales justos y transparentes”.
2.- Golpe a la confianza ciudadana. “Es necesario recordar que fue Kuczynski, de candidato, quien buscó a las víctimas del fujimorato y firmó un acuerdo con ellos donde se comprometía a no dar el indulto a cambio de recibir sus votos. Romper una promesa tan delicada –lo decimos con certeza– es asestar un grave golpe en el mismo núcleo de la confianza, componente esencial para la construcción de cualquier vínculo, incluyendo el que forjamos con nuestros políticos. Al golpear la confianza, se dañan los vínculos necesarios para construir y afirmar la democracia”.
3.- Reconciliación y verdad. “La reconciliación, que significa una nueva convivencia entre víctimas y victimarios, no se impone por decreto ni al margen de la ley. Debe partir del reconocimiento de la verdad histórica y sostenerse en la equidad y la justicia. No habrá reconciliación mientras unos sean escuchados y otros acallados, mientras algunos privilegiados sean sujetos de derecho y otros estén sujetados al abuso de poder… La distorsión de la verdad ataca nuestra capacidad de pensar y nuestra memoria, niega la verdad de la historia y vuelve a violentar el recuerdo del secuestrado, del desaparecido, del torturado, del ejecutado y del calcinado”.

Democracia vacía




2 Ene 2018
Luis Luján Cárdenas
En la reunión One Planet Summit el presidente francés Enmanuel Macron expresó que el mundo debe optar por otro camino si quiere evitar el calentamiento global, y que el actual modelo de desarrollo no es viable para la humanidad. Fue un cuestionamiento al modelo neoliberal o neocapitalista. Y es que el capital privado y la economía de libre mercado prácticamente se han convertido en el factor dominante de los destinos del planeta. La acumulación de riqueza y poder es más importante que el calentamiento global, el bienestar de los pueblos y la democracia.
El Perú no escapa a ello. La opinión pública mayoritaria ya no cree en la democracia, como lo señalan sucesivas encuestas. Y es que la corrupción y dominio de los grupos de poder en las más altas esferas del gobierno, salvo raras excepciones, ha sido una constante en nuestra historia republicana. Y los partidos políticos son el medio para intereses privados incluso foráneos, que apuntan a las arcas del Estado y nuestros recursos naturales estratégicos, impidiendo eliminar la pobreza y avanzar hacia una sociedad del bienestar.
Vivimos una democracia vacía, un viejo cascarón lleno de corrupción, crisis de valores y desgobierno que ha inundado todo el tejido social nacional; presionado e inducido por una sociedad consumista, individualista y egoísta; aquejada por la desigualdad e injusticia social. La inoperancia y compromiso público del Estado ha provocado serios problemas sociales.
¿Reforma o cambio? He allí el dilema. Si queremos un cambio, deberemos elaborar una nueva Constitución y apostar por un modelo de desarrollo social humano y amigable al ecosistema, que encaje en el entorno global del siglo XXI y gire a una sociedad del bienestar como los países nórdicos o los tigres del Asia. Si optamos por la reforma, debemos sanear los poderes del Estado, con activa participación del sector privado responsable, la comunidad científica nacional y la ciudadanía organizada, derrumbando viejos paradigmas que subsisten desde hace casi 200 años.

Clara similitud con el electarado peruano




En una de sus reuniones, Stalin (dictador soviético (ruso) y un gran "asesino") solicitó que le trajeran una gallina.. La agarró fuerte con una mano y con la otra empezó a desplumarla. 

La gallina desesperada por el dolor, intentó fugarse, pero no pudo.

Así logró quitarle todas las plumas.. y les dijo a sus ayudantes: “Ahora observen lo que va a suceder"

Puso a la gallina en el piso y se alejó de ella un poco y agarró en su mano un puñado de trigo mientras sus colaboradores observaban asombrados cómo la gallina, asustada, adolorida y sangrando, corría detrás de Stalin mientras este le iba tirando puños de trigo y daba vueltas en la sala.

La gallina lo perseguía por todos lados.

Entonces, Stalin mira a sus ayudantes, quienes están totalmente sorprendidos y les dice:
"Así de fácil se gobierna a los estúpidos. ¿Vieron cómo me persiguió la gallina a pesar del dolor que le causé? así son la mayoría de los pueblos, persiguen a sus gobernantes y políticos a pesar del dolor que les causan por el simple hecho de recibir un regalo barato, una promesa estúpida o algo de comida para uno o dos días”

Auto identificada




En el Perú no ha habido casi espacio para la autoidentificación étnica. Lo normal era que te identificaran los demás. Y que fuera un equívoco. Los conquistadores nos llamaron indios por error y así pasaron 500 años. La identidad para nosotros siempre fue un desmentido. Si tuviera que fiarme de cómo me veían los otros tendría que identificarme como negra. Me llamaron negra tantas veces. Ojalá me lo hubieran dicho más de forma cariñosa. En la racialización va incorporado el odio, el ajeno y el propio. Como en la décima de Victoria Santa Cruz, me gritaron negra. Me sentí negra, fea, chola, otra. Nuestra mezcla es una carga pesada. Una vez, cuando tenía seis años alguien en el parque pensó que Felicia era mi mamá y yo muerta de vergüenza salí al paso para negarlo y aclarar que ella era “mi empleada”. Eso aún vive en mí y a veces, como hablábamos el otro día con Marco Avilés, despierta como un monstruo dormido. Nunca me ha gustado el mestiza, detesto el “trigueña” y todos los eufemismos que hemos usado para nombrarnos sin que escueza. Para escribir esta columna de autoidentificación he buscado en Google: “colores de madera”, quizá recordando aquel insulto racista de la chica que llamó a alguien “color puerta”. Y he encontrado que el color de mi piel se acerca al color del nogal, con vetas más oscuras y brillantes y otras más claras. Todas son distintas y todas hablan de mí. Aunque nadie venga a censarme a Europa –donde de seguro me “blanquié” un poco–, me identificaré como una chola de la costa, más norteña monsefuana y más mochica desde que vi los huacos eróticos de embarazadas y a la poderosa dama de Cao, por ratos con vetas ancashinas de Pallasca, pero nunca tristes ni derrotistas como se piensa Alan, y un apellido absurdo que significa “De Viena”. Creo que cada vez estamos más cerca de identificarnos sin dolor. 

Ley, orden, caos e indulto


Ley, orden, caos e indulto

Claudia Cisneros                                                  8 Oct 2017

La ley es una de las herramientas más importantes de autorregulación en una sociedad. La ley pone orden al caos, brinda predictibilidad y seguridad cuando se aplica a quienes la infringen dañando alguna parte de la sociedad o poniéndola en riesgo. Las condenas sirven a una doble función: castigar a quienes incumplieron la ley, y como freno para quienes puedan, en un futuro, querer atreverse a transgredirla.
Si la ley se infringe y no se castiga a quienes la violan, no solo se está incumpliendo con un componente fundamental de la vida en sociedad, sino que se enfatiza el efecto exactamente contrario al que la ley promueve, es decir, se promueve indirectamente su transgresión. Quien ha delinquido y no es procesado y castigado por la justicia, se convierte en un modelo de comportamiento aberrante y dañoso para la sociedad. Y ese contramodelo debilita la cohesión de la sociedad, vulnera sus pilares, por ende, los comportamientos aberrantes se multiplican y la calidad de la seguridad en la sociedad decrece. También la predictibilidad acerca de la eficacia de la sociedad y sus leyes para mantener el orden, se debilita y por ende se debilita la confianza en las leyes, se debilita la confianza en quienes las deben hacer cumplir y se debilita la confianza en el sistema que teóricamente se promueve.
Cuando alguien que ha dañado alguna parte o toda nuestra sociedad es condenado con el debido proceso, respetando todos los derechos del acusado y con sentencias sustentadas en la ley, la jurisprudencia y los convenios internacionales, incumplir alguna parte de su condena o facilitarle privilegios es atentar de manera directa y grave contra el orden que la sociedad se autoimpone para asegurar la convivencia pacífica.
Cuando quien ejerce el más alto cargo del servicio público, el presidente del país, delinque, el castigo tendría que acarrear una pena más severa por el agravante de haber tomado el poder que los ciudadanos le prestamos temporalmente y haberlo utilizado para traicionar a esos mismos ciudadanos asesinándolos, abusándolos, robándoles. Es decir, cuando nosotros los ciudadanos le damos en calidad de préstamo el poder que emana del pueblo para que el líder lo ejerza con el objetivo de ordenarnos mejor, organizarnos mejor, servirnos mejor y en cambio este líder toma el poder que le prestamos para tornarlo en nuestra contra, en contra de la sociedad, debe ser considerado un agravante del delito que ha cometido, porque ha traicionado la confianza depositada en él como máximo servidor del pueblo y ha hecho un deplorable uso de nuestro poder para dañarnos.
Cuando quien ejerce el más alto cargo del servicio público, el presidente de un país (PPK), es quien pretende promover el incumplimiento de una condena legal y procedimentalmente impecable (la de Fujimori), el pueblo no puede permanecer estático. Porque este presidente está incumpliendo con su primera responsabilidad como gobernante que es la de proteger a su pueblo, asegurar su orden y confianza en el sistema mismo que él usa para gobernar. Cuando ese presidente (PPK) pretende utilizar el poder que los ciudadanos de este país le han prestado de manera temporal para ver por su mejor destino, y lo usa para traicionar a ese pueblo, el pueblo no puede permanecer callado ni inmóvil. Porque es el pueblo, su esencia misma la que está siendo vulnerada. Porque añadir a los privilegios de los que ya goza el reo –que por ser presidente debería tener condena agravada– un perdón o aminoramiento de su condena es mal usar el poder que le hemos prestado para cometer una ilegalidad, inconstitucionalidad e inmoralidad que, además, vulnera convenios internacionales. Más aun, cuando el reo jamás se arrepintió, pidió perdón, pagó la reparación civil o dio muestra alguna de remordimiento y enmienda. Hacerlo solo indica una de dos cosas: PPK es tan inútil gobernando que cree que es buen negocio canjear la legalidad por ilegalidad y que saldrá airoso o ganando algo de ello. O se ha vuelto cómplice blindador con esperanza de blindaje futuro. Cuidado, que PPK lo tenga claro: a más abuso del poder, más peligro para todos


¿Qué ves cuando te ves?

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22 Sep 2017
Por Gabriela Wiener
Estaba haciéndole una entrevista telefónica a Benjamín Moser, biógrafo de Clarice Lispector –su monumental biografía de la autora brasileña acaba de traducirse por fin al español– y como no tenía otra cosa a mano encendí el Photo Booth para grabarlo. Yo estaba en pijama, tumbada en el sofá, con la lap top encima de mi panza. Moser me estaba hablando de por qué creía que lo que le pasaba a Clarice estaba muy lejos de ser locura y muy cerca a un estado de extrema lucidez. Colgué y seguí escribiendo mi columna.
Luego de un largo rato me di cuenta de que había dejado la cámara encendida. Me había puesto una cámara escondida a mí misma para espiarme, mientras no hacía otra cosa que estar frente a la computadora. Verme a mí misma viviendo sin darme cuenta de que vivía ha sido una revelación. ¿Qué ves cuando te ves? ¿Cómo te ves cuando crees que no te ven? ¿Qué descubrirías al verte sin saber que te miras? Yo tecleando y comiendo uvas, yo escupiendo pepas, yo hurgando en mi oreja. Yo mirando, recorriendo absorta la pantalla hasta el asco, con los ojos vidriosos viajando por la colosal información. Yo actualizada. Yo preguntando a alguien si ha visto el video en que los mexicanos cantan “Cielito Lindo” mientras rescatan gente de los escombros. Yo sin esperar respuesta. Yo sin contestar a los que están aquí. Yo dejando comentarios en un hilo de decenas de anónimos. Yo haciendo como si el mundo, lo que me rodea, mi familia, el ambiente cálido de mi casa por la noche, no existiera. Yo mirando sin mirar. Yo ida. Yo en otra dimensión. Yo ajena.
Así que así me veo online. Lo que verías hoy, en realidad, si te vieras como yo, no es una persona hiperconectada sino una persona muy desconectada de todo lo importante. Moser me recuerda que en La manzana en la oscuridad, su gran novela sobre perder la razón, Clarice hace una interpretación perfecta de la alienación humana: “La locura significa perder el lenguaje de los otros”. ¿Podremos recuperarlo y volver de ese lugar?