Lima,
20 de Febrero del 2012
OLLANTA HUMALA
TASSO
Presidente de la República del Perú.
Presente.-
De mi consideración:
En
anteriores comunicaciones Sr. Presidente, he informado a usted, que el que
suscribe estas cartas es un Aviador Civil que ha recorrido el territorio
nacional, por décadas. En todo este tiempo en el que he desarrollado mi
actividad profesional, he visto diversos acontecimientos que han marcado el pulso
de nuestra nación. He podido ser testigo de cómo el terrorismo y el
narcotráfico iban fortaleciendo su accionar ante la desidia de autoridades
civiles y militares, que parecía importarles poco o nada estos hechos, y solo
se preocupaban de llenar sus bolsillos
ante los al parecer ilimitados recursos financieros del narcotráfico.
La
reciente captura del sangriento delincuente terrorista Florindo Eleuterio
Flores Hala, alias Artemio, ha conmocionado la sociedad peruana. Ha producido
reacciones violentas de elementos subversivos, que han terminado con importantes
vidas de fuerzas del orden.
Como es natural también, han
levantado la voz personalidades de diferentes sectores de nuestra sociedad, y
exigen acciones efectivas de las autoridades de turno. Y como ha sucedido en el
pasado, empezara una vez más una escalada de odio de una y otra parte, dejando
en el centro a ciudadanos indefensos, que serán como siempre, víctimas
inocentes de esta barbarie.
En forma
reiterada veo y escucho a diferentes personalidades, tanto nacionales como
internacionales, reaccionar furiosamente, amargamente, o tristemente, cuando
los medios dan cuenta de crímenes que afectan los fundamentos propios de una
sociedad civilizada. Sin embargo, la única vez que escuche el tratar de
entender porque existía este tipo de insanias, fue al director cinematográfico Woody
Allen, después del terrible ataque del 11 de Setiembre del 2001, cuando se
pregunto ¿Por qué nos odian tanto?
La
respuesta que he escuchado infinidad de veces, es que todos los terroristas
están locos. Respuesta fácil, sencilla, que evita sobre todo asumir
responsabilidades que todos compartimos.
Ejemplos
concretos Sr. Presidente: Una de mis principales actividades en los últimos
años de la década del 80 y los primeros años de la década del 90, así como de
otras empresas de aviación, era despegar muy temprano en las mañanas del
aeropuerto internacional Jorge Chávez, llevando millones de soles a las
localidades de Uchiza y Tocache ubicadas en el Valle del Huallaga. En los
últimos minutos de la tarde, despegaba aún con hora luz de estas localidades, y
aterrizaba en Lima ya entrada la noche con dólares del narcotráfico. En la
misma rampa del aeropuerto internacional Jorge Chávez, me esperaban camiones
blindados de las principales compañías de seguridad de Lima para transportar
este dinero. Era famoso en aquella época el Jr. Ocoña donde diariamente se
comercializaban estos dólares, y es de público conocimiento que era el estado
peruano el principal cliente comprando millones de dólares. Y esta era solo una
parte de movimiento financiero originada por el dinero del narcotráfico.
En Junio de 1990, en uno de
esos vuelos de transporte de dinero, fui afectado por un espectacular operativo
montado por la Policía Nacional. Realicé un vuelo de Lima hacia la localidad de
Tocache. Después de aterrizar, y en la operación de estacionar, aún con los
motores encendidos, vi delante de mí un helicóptero en vuelo estacionario que
me impedía seguir avanzando. Todo fue muy rápido, lo próximo que recuerdo era
un policía fuertemente armado que estaba ya dentro de mi aeronave, y me
ordenaba apagar los motores con mi aeronave mal estacionada.
El objetivo del operativo era
una gran caja de cartón que era transportada por un cambista de apellido
Barrantes. Cuando descendí de la aeronave, vi otro helicóptero que había
aterrizado con efectivos policiales, mientras el otro helicóptero se mantenía
en vuelo estacionario. La policía revisaba la caja ya abierta, donde se podía
observar una enorme cantidad de dinero. El cambista fue detenido, y el dinero
incautado.
A los pocos días de estos
acontecimientos, el cambista Barrantes era nuevamente mi pasajero con un nuevo
transporte de dinero, y cuando le pregunté sobre el dinero incautado días atrás
(humana curiosidad), me contestó que ya se lo habían devuelto.
¿Porqué, lo que era delito para la Policía Nacional?, porque ese era el
sustento del operativo policial, ¿Porqué no lo era para el poder judicial?
En el transcurso del día se
seguía trabajando en el transporte de pasajeros del Huallaga hacia Lima y
viceversa. En las localidades de Uchiza y Tocache era abundante la presencia de
ciudadanos colombianos (hombres y mujeres). Estos ciudadanos colombianos por
supuesto también necesitaban movilizarse y eran parte de nuestros pasajeros
habituales. El dato importante es, que la policía destacada en el aeropuerto
internacional Jorge Chávez que era extremadamente celosa con las personas que cruzábamos
por sus mostradores, con los ciudadanos colombianos su proceder era diferente;
pues evidentemente, previas coordinaciones, estos ciudadanos colombianos eran
esperados en las mismas escalinatas de mi aeronave, y luego eran escoltados
hasta los exteriores del aeropuerto sin ninguna dificultad de transito.
A mi modesto entender, la
corrupción es inherente a la humanidad, y ha existido a través de la historia y
de los pueblos, y seguirá existiendo aún después que nosotros ya no estemos en
este mundo. Lo que distingue a los pueblos creo yo, es hasta cuándo y cuanto se
permite esta conducta humana. Cuando una
sociedad se acostumbra a la corrupción, y a lo que denominamos criolladas, es
cuando se empieza a gestar una cultura de impunidad, en la que se socaban los más
sagrados principios de orden y de justicia.
Lamentablemente en el Perú,
no solo nos hemos acostumbrado a esto, sino que se ha hecho parte de nuestro
diario vivir. Vemos con naturalidad, como se coimea a un policía, como
representantes de los diversos gobiernos delinquen y continúan en sus
quehaceres políticos, blindados por sus pares. Es normal para cualquier peruano
pasarse la luz roja, bloquear carreteras, manejar borracho, etc, etc, etc.
Naturalmente, no creo que hacernos
los desentendidos, ó aparentar mirar para otro lado ante evidentes actos de
corrupción, nos impida estar al tanto de tales hechos. La principal razón para
que el incremento de la corrupción se nos haya vuelto ya intolerable Sr.
Presidente, es la impunidad.
Antes de proseguir, deseo dejar muy en claro, que repudio
el terrorismo asesino y ladrón de Sendero Luminoso y del MRTA. Y también
repudio el terrorismo de estado que implantó Alberto Kenya Fujimori Fujimori y
sus colaboradores civiles y militares.
Sigamos con ejemplos
concretos Sr. Presidente: Ante la tenacidad de un sector de la ciudadanía de
denunciar crímenes cometidos en la famosa operación militar Chavín de Huantar,
ha aparecido por supuesto la parte contraria. Vemos aparecer en televisión en forma
reiterada a personajes como el ex vicepresidente Luis Giampietri, el ex
ministro de defensa Roberto Chiabra, entre otros, defender con uñas y dientes a
los heroicos comandos de dicha operación, Lo hacen supongo convencidos que
dichos comandos salieron de un conclave de monjitas virgencitas, incapaces de
realizar cualquier acción que vaya en contra de los más estrictos sentimientos
de decencia y probidad.
Lo que preocupa Sr. Humala,
es que el presidente en funciones de todos los peruanos, salga a defender a
raja tabla acciones que tranquilamente pueden haber sido contaminados por
sucios actos de gente miserable conocida ya por horrorosos delitos.
Parece olvidar usted Sr.
Presidente, que la operación Chavín de Huantar nació del cerebro de Vladimiro
Montesinos Torres, y se colgaron de ello, los criminales convictos y confesos
Alberto Fujimori y Nicolás Hermosa. No es peregrino pues, pensar que los
comandos que intervinieron en la operación han estado en todo momento bajo las órdenes
de estas lacras sociales. Recuerde usted el Manual ME 41-7, en el cual desde el
primer gobierno de Alan García Pérez, y luego en el de Alberto Fujimori,
existía ya como doctrina dentro de la instrucción del ejército, el exterminio
de ciudadanos desarmados.
La memoria es frágil, y más
aún en el Perú donde la débil y temblorosa conciencia colectiva olvida con
facilidad y convenientemente muchos actos de corrupción. Hemos visto con
asombro como una enorme cantidad de peruanos llevaron a un segundo mandato
presidencial a Alan García Pérez, o es común escuchar a mucha, muchísima gente,
que Alberto Fujimori ha sido el mejor presidente del Perú.
Informo a usted Sr. Presidente,
que en los últimos años, producto de las experiencias arriba relatadas,
presente varias denuncias a autoridades administrativas y judiciales, con
pruebas a mi entender irrefutables de delitos cometidos por autoridades civiles
y militares. En todas ellas, me tope con una infranqueable pared de corrupción
e indiferencia, que llevaron al tacho todas y cada una de mis denuncias. Consciente
pues, que recurrir a un sistema de justicia mediocre y corrupto, es solo perder
el tiempo, he decidido escribir mis experiencias y compartirlas con usted. Me
conformará habérselo dicho a la máxima autoridad del país en este momento. Luego,
lo publicaré en mi blog para que quede así un testimonio que en algo alivie las
posibles acciones represivas que tal vez caerán sobre mí.
Es costumbre institucionalizada ya en nuestro país, que
la forma de anular denuncias, es desacreditar y destruir al denunciante, y
nunca preocuparse de rebatir las denuncias.
Deseo dejar constancia ante
usted Sr. Ollanta Humala Tasso, que hasta el día de hoy en mis 57 años de vida,
jamás he sido denunciado por terrorismo, por narcotráfico, por violación de
niños ni mujeres, por pensiones alimenticias, ni ningún otro delito, y menos
procesado judicialmente.
Empezare relatándole Sr.
Presidente, que a finales del primer gobierno de Alan García Pérez, siendo presidente
en funciones dicho señor, y en compañía del Ministro de Defensa, general EP
Enrique López Albújar Trint, y el jefe del Comando Conjunto, general EP Artemio
Palomino Toledo, presentaron en Uchiza al general EP Alberto Arciniega Huby
como jefe político militar del Huallaga.
Es preciso aclarar que la
localidad de Uchiza era en esos momentos el principal centro de acopio y
embarque aéreo de cocaína en el Perú. A los pocos días de tan importante
presentación, empezó una campaña en que dos y hasta tres veces por semana,
personal del ejercito tomaba control de la pista de aterrizaje de Uchiza, y cerraban
el aeródromo a todo personal no autorizado por ellos desde las 05:30 hasta las
07:00 aproximadamente. Desde el pueblo que queda paralelo a la pista de
aterrizaje, veíamos modernas aeronaves con las letras HK en la cola, que aterrizaban
y despegaban rápida y eficientemente.
A pocos minutos de vuelo de
Uchiza está la base policial de Santa Lucía, que contaba en esos momentos con
modernas aeronaves y con apoyo y presencia de la DEA norteamericana. Sin
embargo, en los días de campaña, se limitaban solo a sobrevolar la pista de
Uchiza. Y cuando terminaban las campañas, aparecían con una ferocidad tremenda,
interviniendo en la misma pista de Uchiza, y realizando detenciones con enorme
brutalidad.
En otro momento, estaba de
turno de vuelo en la zona del Huallaga, y me fue informado de un vuelo expreso de
Uchiza a la ciudad de Huánuco. Se presento en el aeródromo de Uchiza el
Profesor Domingo, jefe político militar de Sendero Luminoso en el Huallaga,
estaba en compañía de su esposa y de sus menores hijos. El profesor Domingo y
su familia pasaron tranquilamente por todos los estrictos controles militares
de la base de Uchiza. Cuando arribamos a la ciudad de Huánuco, recuerdo haber
encontrado una cantidad enorme de militares. El Profesor Domingo nuevamente pasó
todos los controles militares sin ninguna dificultad. Personas que esperaban ya
en el aeropuerto, me indicaron que tenía que esperar un par de horas y que el
Profesor Domingo regresaría conmigo a Uchiza, como así sucedió.
Habitualmente, cuando
escucho comentar sobre las terribles circunstancias en que se desarrollo el
terrorismo en el Perú, tengo la impresión que a la población en general no le
interesa averiguar ¿Porqué existió?, ¿Porqué se desarrollo tan brutalmente?, y
sobretodo ¿Cómo se financió? Será simplemente por desidia, o porque realmente
no quieren encontrar respuestas que atenten con la famosa trinchera donde
esconden sus porquerías los políticos, como
es, la
gobernabilidad.
Por supuesto que entiendo la
importancia que tiene un estado de tener y mantener instituciones fuertes y
saludables. Que las fuerzas armadas son un pilar importante de la
institucionalidad del país. Pero realmente ¿Es saludable para el país cerrar
los ojos ante tanta inmundicia? La respuesta no es fácil.
Cuando nos rehusamos a
asumir las responsabilidades que como integrantes de esta sociedad nos
corresponde, evitamos reconocer que la insania terrorista, es una manifestación
de nuestra sociedad enferma, y que la cura depende de la identificación y
reconocimiento del mal.
Estoy convencido Sr.
Presidente, que el terrorismo y el narcotráfico prosperaron en nuestro país,
porque las instituciones civiles y militares convivieron con ellos, porque
sintieron que el dinero del narcotráfico alcanzaba para todos. En próximas
cartas seguiré relatándole más cosas, que seguramente usted ya sabe, pero tengo
necesidad de seguir haciéndolo.
Deseo despedirme esta vez
Sr. Presidente, felicitando a su administración por la importante captura del
delincuente terrorista Artemio. Pero, a mi humilde opinión, la lectura que hace
su gobierno y el ejército de expertos en temas de terrorismo, es absolutamente
equivocada.
Creo yo,
que Artemio como muchos otros delincuentes que han sobrevivido a través de años
escondidos en la selva y ceja de selva peruanas, se han convertido en viles
ladrones, extorsionadores, sicarios, etc, etc. Son solo residuos perversos, que
de ideología solo les ha quedado un discurso que esgrimen para los medios de
comunicación, pero en la práctica solo sobreviven como delincuentes comunes.
La única manera de acabar
con estos residuos terroristas y con el narcotráfico, es llevando
desarrollo a estas zonas olvidadas históricamente por todos los gobiernos.
Realizar importantes inversiones de infraestructura y dotarlas de energía que
pueda generar industria sostenida en el tiempo. No hay otra manera Sr.
Presidente. Acciones militares y policiales aisladas, jamás van a terminar con estos
delitos. La única manera, es que el estado tenga presencia real para estas
poblaciones.
Sin más que agregar por el
momento me despido de usted, agradeciendo la atención que sirva prestar a la
presente.
Atentamente,
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Ricardo Valle Cabrera
DNI 07710808
Telf. 996-675-496
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