Montesinos en las mazmorras
Rocio Silva Santisteban
Martes, 19 de noviembre de 2013
“El ingeniero Fujimori con fijaciones
psicológicas, todos los días me llamaba a las 6 de la mañana, ‘qué hay de la
señora Susana’. Y yo desde la 5 de la mañana tenía que estar a los que
interceptaban los teléfonos, ‘qué hay de la señora Susana’, porque a las 6 en
punto la primera pregunta es, ‘qué hay de la señora Susana’, con su palabra
seca. Yo tenía que recetarle el abecedario, porque si no me decía, ‘oiga usted
se ha dormido’. Le cuento porque son cosas reales de las intimidades que
pasaron, pero son asuntos de Estado…”, estas son las palabras de Vladimiro
Montesinos Torres, en la sesión del 21 de diciembre del 2001 en la Subcomisión
Investigadora de la Comisión Permanente del Congreso de la República,
hablando de las coordinaciones que hacía con Alberto Fujimori para la operación
que, en esa misma sesión, él intituló “reclutamiento de congresistas”.
En el párrafo anterior,
Montesinos, además de admitir que en el Estado fujimontesinista hubo un
espionaje detallado de los opositores a través de interceptaciones telefónicas,
incluyendo por supuesto a la ex esposa del sentenciado Fujimori, aprovecha para
describir a su jefe como un obsesivo, de “palabra seca”, que exigía una
rendición de cuentas (“recetarle el abecedario”) de su subalterno —esto es, él
mismo— desde primeras horas del día y, por supuesto, se regodea en la
calificación de “fijaciones psicológicas” para dejar en claro algo que sobre lo
que vuelve al final de la sesión: “el señor Fujimori no es manipulable”.
Fujimori sin su operador
político Montesinos, sin este “sádico que acrecienta su goce corrompiendo” como
lo ha descrito Juan Carlos Ubilluz, realiza una serie de actos concadenados de
manera imperfecta y no logra sus objetivos, pero tampoco conmover sino aparecer
como una persona patética. Por supuesto, no lo es. Sin embargo, debido a la
falta de autoridad de los responsables de su cautiverio, impone sus modos
histéricos haciendo lo que le viene en gana y desacatando permanentemente las
normas de la prisión con ese resabio autoritario de todo autócrata derrotado.
No olvidemos, como nos lo ha hecho recordar tan enfáticamente Julio Cotler este
fin de semana, que nos encontramos ante un criminal, ante un sentenciado por
violaciones de derechos humanos, ante un secuestrador, y lo que también es
vergonzoso, ante un corrupto que permitió que Montesinos logré amasar, en menos
de diez años, la cantidad de mil millones de dólares según un cálculo del
diario argentino La Nación.
Hoy, nuevamente la lacra
fujimontesinista asoma sus garfios y habría que tener en consideración que
Vladimiro Montesinos, así como su némesis Fujimori, lo que más quieren es salir
de prisión: pero si uno da manotazos de ahogado con gritos a las enfermeras y
conferencias a los medios que nunca fallan en ser obsecuentes; el otro, que es
la encarnación del pendejo —y continúo con Ubilluz— debe afilar sus garras en
la oscuridad, aceitar a sus engranajes en la modorra del tiempo y del olvido y,
sobre todo, atizar las cenizas de ese fuego que le servirá para amenazar a sus
socios corruptos que aún andan libres, pero eso sí, siempre deudores de sus
mañas.
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