Información para la opinión
La República: Marco Sifuentes
22 de Octubre del 2014
La semana pasada, en Nueva York, Frank Bajak, jefe de la región andina para Associated Press, recibió el Maria Moors Cabot, el más antiguo premio internacional de periodismo. En su discurso, Bajak tuvo la generosidad de destacar el trabajo que hicimos en Utero.Pe con Verita, la buscadora de hojas de vida de los candidatos de las últimas elecciones. Además, contó que estaba muy contento por haber conocido al grupo de jóvenes periodistas peruanos agrupados en la iniciativa Hacks/Hackers.
La semana pasada, en Lima, el buen Ricardo Vásquez Kunze, en su habitual columna de Perú.21, comparó el trabajo de los hackers al de los “fontaneros”, los chuponeadores, de Nixon. Se preguntó qué hubiéramos pensado del equipo de investigación del Washington Post, que destapó Watergate, si los “fontaneros” hubieran trabajado para los periodistas. Además, en su Twitter, cuestionó la ética “relativa” de los que defendemos el periodismo de datos.
No es sorprendente la confusión sobre cómo funciona el periodismo de datos, sobre cuál es la naturaleza de la colaboración entre periodista y hackers y, en particular, sobre qué es un hacker. Es el típico ejemplo de lo que comentábamos la semana pasada: es fácil opinar. Lo difícil es informarse primero.
Empecemos por “hacker”. Se parece al caso, más reciente, de “meme”. La mayoría de gente cree que es una foto con un texto graciosito, en vez de la unidad mínima de información cultural transmisible propuesta por Dawkins.
De la misma forma, la mayoría cree que un “hacker” es un pirata informático, un chuponeador digital, un “fontanero” de las comunicaciones electrónicas. Una gavilla de vulgares delincuentes, diría el siempre punzante Vásquez Kunze con toda razón.
Por suerte, la palabra “hacker” tiene una acepción distinta, más amplia y lejana de las actividades ilegales. De hecho, gobiernos de todo el mundo, desde Canadá hasta la India, desde los municipios de Nueva York hasta Buenos Aires –pasando, ciertamente, por la actual gestión municipal limeña– organizan “Hackatones”. No se trata, como creería una opinión desinformada, de maratones de chuponeadores. Se trata de gente que entra a las bases de datos abiertas de los gobiernos para generar aplicaciones que utilicen la información estatal para beneficio de los ciudadanos.
De la misma forma, el grupo “Hacks/Hackers” no consiste en un servicio de chuponeo para periodistas. Nada que ver. Entendamos: así como el periodismo tuvo que aliarse a la fotografía cuando ésta se inventó, sucede lo mismo con el periodismo y el hacking, que, insistamos, no se trata de intervenir y difundir comunicaciones privadas, sino de encontrar, tabular y procesar información pública pero “cruda” a través de las redes.
Se trata de una ya no tan nueva forma de contar historias. Ya en 2004, la periodista costarricense Giannina Segnini –quién también recibió el premio Cabot la semana pasada– logró que dos expresidentes de su país terminaran en prisión luego de probar –aliada con un hacker que la ayudó a rastrear bases de datos– que habían recibido pagos ilegales de la industria farmacéutica.
En estas épocas de Facebook y Twitter, literalmente cualquiera puede difundir su opinión sobre lo que sea. Es decir, ahora todos disfrutan de lo que antes era un privilegio exclusivo de los periodistas. ¿Y ahora qué nos va a diferenciar de nuestros lectores, entonces? Que, por lo menos, intentemos informarnos antes de opinar. Ese ya sería un primer paso
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