Hay una interpretación según la cual en estos días toda la política peruana se compone de cortinas de humo. Es decir acontecimientos llamativos aparentemente surgidos de la nada, pero en realidad fabricados para que la atención pública se aparte de otros acontecimientos llamativos. Es el universo conceptual de la estatua de una Virgen que súbitamente echa a llorar.
La cosa va más allá, dice esta interpretación. Lo que estaríamos viviendo son cortinas de cortinas, una suerte de caja china o muñeca rusa de la política, donde el acceso al hecho verídico nunca llega a revelarse. Así, cuando todo ha sido puesto allí para distraer de todo, todo es espectacular pero nada es explicable.
Esa inexplicabilidad sería, precisamente, la idea. Los teóricos del asunto definen a estas cortinas como maneras de reducir nuestra capacidad de entender, evaluar, reconocer una situación dada. Un instrumento privilegiado de esta técnica es la adicción pública a la noticia de impacto, con capacidad de cambiar los términos de qué es importante y qué ya no lo es.
No toda cortina funciona igual. A veces el propósito de distraer es tan obvio que el humo resulta demasiado delgado para entorpecer la vista. En otros casos la propia cortina se vuelve un escándalo tan espeso que se vuelve preciso lanzar otra para mantener cierto disimulo. Además el público se va entrenando, y las cortinas tienen que ser cada vez más elaboradas.
Una consecuencia del abuso de este recurso es que toda iniciativa empieza a ser denunciada como cortina de humo. Esto se ha vuelto el grado cero de la crítica política. No hay acusado que no denuncie cortina de humo en su contra. Con lo cual hay casos en que denunciar cortina de humo es en sí mismo una cortina de humo.
Pocas cosas han sido tan acusadas de producir sahumerios con variados aromas como el asunto de Belaunde Lossio. Ya en febrero pasado Alan García decía que los diálogos convocados por Ana Jara eran una cortina de humo para tapar ese caso. Pero en agosto Ana María Solórzano decía que lo de las agendas es una cortina del humo aprista para tapar los narcoindultos.
El cortinaje funciona incluso a niveles más modestos. Los columnistas somos acusados de haber tocado cierto tema simplemente para evitar tocar otro. Los candidatos son acusados de querer vendarle los ojos al electorado. Las noticias policiales se han vuelto casi todas sospechosas de ser parte de alguna maniobra.
Si la interpretación 100% cortinas es cierta, el humo y la sospecha de que hay humo nos están atosigando. Lo que se va chamuscando sobre esas brasas es la idea misma de un discurso parejo en política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Adelante con su comentario...