Esta semana la BBC nos ha hecho ampay con lo del muro que separa Las Casuarinas (Surco) de Vista Hermosa (Pamplona). Qué vergüenza. En pleno s. XXI. Y con los caporegime del FMI y Sean Penn en Lima. ¿Pero saben qué es lo realmente malo de esto? Lo malo es que llevamos cuatro años conviviendo con esa vergüenza y no hemos hecho absolutamente nada.
Ni las autoridades distritales, ni las municipales, ni las regionales, ni las nacionales. Ninguno de nosotros. Porque hay otro muro que no está en el cerro sino en nuestras cabezas: el muro que nos separa del otro, de los otros, del trabajo común y el esfuerzo solidario. Pagar la multa duele, mejor sobornar al policía; colaborar en la mejora de la educación para evitar que los jóvenes se hagan delincuentes es muy caro, mejor chapa tu choro y quémalo; trabajar para redistribuir la riqueza cansa, mejor levantamos un muro. Y así. Hay muros que llevan siglos dentro de nosotros. Y nos separan, nos separan tan profundamente que somos un rebaño atomizado y ciego consumiendo recursos.
En nuestra historia reciente si hay algo que impulsó la construcción de ese tipo de muros mentales es el fujimorismo. El fujimorismo convirtió en slogan y en doctrina de campaña el individualismo y la segregación del otro bajo la premisa de que el que no progresa es porque no quiere y no porque la economía también es un muro desde cuyos torreones estos Ferrandos de la política siguen regalando cocinas surges mentales. Están allí, solo tienen que mirar a Keiko Fujimori travistiéndose para las elecciones o a Humala procurando inocularnos la idea perversa de que si nos vendemos más a las transnacionales menos pobres seremos, de que el TPP es bonito y traerá plata, de que la mina es buena y si es gringa es mejor. Todos son ellos y en gran parte el mismo. Cada vez que veo esas caras del pasado intentando vendernos pepekambios, pienso que tenemos que empezar por derribar los muros. Ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Adelante con su comentario...