Psicosociales
Al César lo que es del César: Nadie había recurrido a los psicosociales con tanta porfía como en la era Fujimori. Al punto que las vírgenes que lloran son recordadas como un capítulo aparte de la manipulación mediática. Y a Dios lo que es de Dios: Vladimiro Montesinos construyó una red de diarios, exclusivamente para administrar en dosis adictivas esas cortinas de humo cuya inverosimilitud carecía de importancia.
Lo esencial era mantener narcotizada a una población que gozaba leyendo que las personas más valiosas del país, como Gustavo Mohme o Alberto Andrade, no eran lo que eran. El asunto consistía en enlodar la reputación de las personas que encarnaban la reserva moral de uno de los períodos más oscuros de nuestra Historia. El resto lo hacían la envidia, la corrupción pasiva y el malestar en la cultura. Sin eso, no se entiende cómo pudo durar tantos años ese régimen de abyección colectiva.
El término “psicosociales” proviene de los servicios de inteligencia y es una de sus armas. Lamentablemente se ha acudido a una de las ramas más valiosas de la psicología para esta denominación, pues hace exactamente lo opuesto: en vez de buscar la verdad en la psicología de las masas, se procura escamotearla.
Lo cierto es que ningún Gobierno se priva de utilizar esta treta de magia, con la complicidad de las audiencias masivas de los medios de comunicación. Lo novedoso de este régimen es la utilización de un ministro para hacer de… ¡lo que haga falta! El señor Urresti ha resultado ser mucho más resiliente y popular de lo que, por lo menos este columnista, imaginaba. En mi opinión se equivoca el Congresista Mulder cuando piensa que se trata de una cuestión de ingenuidad colectiva. Hay una demanda de acción mediática, en un Gobierno que se caracteriza por su opacidad. El ministro del Interior ocupa un espacio de poder vacío, cosa que el Presidente parece haber advertido con alivio. A desmedro de la inseguridad que no mejora un ápice y la corrupción de la Policía, a la que se deja “hacer”, en un tácito soborno desde arriba. Sus apariciones intempestivas, sus arremetidas autoritarias, el show con el Movadef, hacen noticia.
Lo cierto es que ningún Gobierno se priva de utilizar esta treta de magia, con la complicidad de las audiencias masivas de los medios de comunicación. Lo novedoso de este régimen es la utilización de un ministro para hacer de… ¡lo que haga falta! El señor Urresti ha resultado ser mucho más resiliente y popular de lo que, por lo menos este columnista, imaginaba. En mi opinión se equivoca el Congresista Mulder cuando piensa que se trata de una cuestión de ingenuidad colectiva. Hay una demanda de acción mediática, en un Gobierno que se caracteriza por su opacidad. El ministro del Interior ocupa un espacio de poder vacío, cosa que el Presidente parece haber advertido con alivio. A desmedro de la inseguridad que no mejora un ápice y la corrupción de la Policía, a la que se deja “hacer”, en un tácito soborno desde arriba. Sus apariciones intempestivas, sus arremetidas autoritarias, el show con el Movadef, hacen noticia.
Es obvio que al Gobierno le interesa tener un parapeto ante la frustración de los jóvenes por la ley pulpín, la inseguridad creciente y la corrupción de las autoridades encargadas precisamente de combatirla. Quizás el caso que más les preocupa, no porque sea el más relevante para los ciudadanos, pero sí el más peligroso para las altas esferas, sea el de Martín Belaunde Lossio, no habido y, según fuentes de la fiscalía, no buscado con real interés.
Como todas las maniobras de distracción, esto tiene un límite y acaso se encuentra en el descontento en el propio Gobierno. Ya se han visto tuits de Ana Jara llamando a Urresti a la moderación. Esto es como llamar al potrero a un caballo desbocado. Mientras el patrón se cobije a su sombra, su desaforada fuga hacia delante seguirá. Los psicosociales no desaparecerán y los problemas de nuestra colectividad se agravarán. Es triste, pero es lo que hay.
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