Antonio Fischetti, un periodista de Charlie Hebdo que sobrevivió al atentado realizado por dos terroristas yihadistas, estuvo en Lima para disertar sobre un tema que no por antiguo deja de ser actual: la libertad de expresión.
Fischetti –quien escribe una columna científica en Charlie Hebdo– abordó el tema de ‘La sátira periodística y la libertad de expresión’ ayer en La Universidad César Vallejo y en la que, por una invitación de los organizadores, participé como panelista junto con Fernando Carvallo.
A pesar de la muerte del núcleo central del semanario, Charlie Hebdo continúa apareciendo y, por la notoriedad del atentado, ha multiplicado por diez su circulación, llegando a 400 mil, y manteniendo, sus conocidas posiciones de izquierda y la laicidad en defensa del principio de separación de la sociedad civil y de la sociedad religiosa.
Una parte medular de Charlie Hebdo son, ciertamente, sus caricaturas, las cuales suelen ser –cuando están bien hechas– la forma más potente del periodismo.
La libertad de expresión es un valor fundamental en una sociedad conformada por ciudadanos libres, pero tiene, por supuesto, límites.
Por ejemplo, la ley –aunque hay leyes que se deben incumplir pues fueron hechas para liquidar al periodismo–; la difamación; la mentira; la privacidad e intimidad sin haber un interés público; o el ataque racista o la burla por alguna discapacidad.
Teniendo ello en cuenta, hay que cuidar la libertad de expresión de muchas amenazas. De los gobiernos que quisieran que los medios solo los alaben; de poderes económicos que creen que con un aviso reemplazan la línea editorial; de militares que crean leyes para meter a la cárcel a quien revele sus secretos no tan santos; de religiosos que sienten que ‘su’ verdad es ‘la verdad’; del crimen organizado que querella y asesina a periodistas; de ‘colegas’ como los de algunas radios de Mollendo que incitaron a la audiencia linchar a los periodistas llegados de Lima que discrepaban con sus puntos de vista; de propietarios de medios listos para censurar al periodista por darle el gusto al poderoso.
La principal amenaza, sin embargo, proviene de la autocensura por el temor del periodista a perder el empleo o hasta encontrar la muerte.
Aun para quienes puedan discrepar con sus puntos de vista, Charlie Hebdo es un ejemplo valioso para quienes aspiran a la construcción de una sociedad libre, pues su redacción no se amilanó ni cuando los intolerantes empezaron tirándoles huevos, ni cuando les arrojaron una bomba Molotov, ni cuando terminaron asesinándolos por defender la libertad de expresión.
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