Solidaridad con algunas

Gustavo Faverón

Quizás lo más repelente de la campaña fujimorista es el poco esfuerzo que invierte Keiko Fujimori en sonar comprometida con las cosas que dice. Su reciente declaración sobre las mujeres forzadas a la esterilidad por la dictadura de su padre es un ejemplo: «Queremos saber la verdad. Como mujer me solidarizo con algunas de las personas, si es que hubieran sido operadas sin su consentimiento».

 

Hay tantas cosas equivocadas en esa frase que es engorroso enumerarlas. Es el más novedoso saludo a la bandera del viejo-nuevo fujimorismo, una afirmación hueca que tuvo su precedente en Harvard, semanas atrás, cuando Fujimori dijo que el trabajo de la Comisión de la Verdad había sido «positivo» como diagnóstico. Entre decir que uno quiere saber la verdad y buscarla activamente hay un abismo que los fujimoristas han querido ensanchar por décadas.

 

«Me solidarizo con algunas de las personas» es sin duda la frase más llamativa, quizás porque en ella uno nota no el esfuerzo sino el disfuerzo: la selectividad de la solidaridad, las condiciones que se le anteponen («si es que hubieran sido operadas sin su consentimiento»), que repiten el viejo gesto misógino de poner en duda los reclamos de una mujer acerca de una violencia ejercida sobre su cuerpo, como si la voz de la mujer fuera sospechosa de antemano.

 

Por eso no sorprende la preocupación que Keiko Fujimori expresa cuando dice que le parece extraño que el registro de víctimas se haya puesto en marcha poco antes de la campaña. Esa sí es ella diciendo lo que piensa. ¿Quién puede creerle a alguien que promete investigar el crimen y a la vez sostiene que la investigación actual es un atentado contra sus ambiciones políticas? ¿Hay alguna norma moral que el fujimorismo anteponga a la estrategia electoral? ¿Alguna noción de justicia que no esté subordinada a sus conveniencias? La respuesta de los crédulos es que está asomando. Mi respuesta es que no existe y que buscarla no solo es una tontería sino una forma de complicidad.