Sinesio López, exdirector de la Biblioteca Nacional, dice, en referencia a César Acuña, que «el plagio es un asunto académico que poco o nada interesa a los de abajo. Los académicos exageran cuando creen que su pequeño y privilegiado mundo es el mundo de todos. El plagio interesa también a los políticos que quieren tumbar a Acuña. A los electores que se ven retratados en él, les interesa un comino el plagio».
Es patético que un intelectual como López quiera levantar ese muro divisorio en el que ciertos problemas morales importan a una élite y no son relevantes afuera de ella. Y es especialmente patético que alguien sostenga, sin asomo de vergüenza, que “los de abajo”, es decir, los pobres del Perú, no se plantean problemas morales en el ámbito intelectual. Es de hecho, una idea llena de desprecio.
El gran vehículo de movilidad social en el Perú ha sido por décadas la educación. “Los de abajo”, en nuestro país, han creído siempre en ella como el camino para ir de la subordinación a la expectativa. La academia es un elemento fundamental en esa movilidad. De hecho, Acuña no sería rico si no hubiera cientos de miles de peruanos con pocos recursos y muchos sueños (sueños que pasan por la universidad). ¿López quiere decir que a esa gente —porque es pobre— no le interesa la limpieza académica, que su expectativa es conseguir un título de cualquier manera, plagiando tesis o comprando jurados, por ejemplo?
A eso parece aludir cuando dice que “a los electores que se ven retratados en (Acuña), les interesa un comino el plagio”. Lo que está diciendo es que los votantes de Acuña no admiran al supuesto luchador que se abrió camino estudiando de la pobreza a la prosperidad, sino al pícaro que se sirve de toda trampa para enriquecerse. Si ese es el caso, necesitamos más intelectuales éticos que corrijan la situación, no más intelectuales febles que cínicamente exijan silencio y miren el espectáculo del envilecimiento sin mover un dedo.
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