Monjes y soldados




El libro de Pedro Salinas Mitad Monjes y Mitad Soldados ha dado lugar a una bola de nieve en apenas una semana. Lo que parecía difícil hace casi cinco años se ha hecho realidad: los denunciantes de Luis Fernando Figari, fundador del Sodalicio, están viendo cómo este ídolo de barro se derrumba en vida y es investigado por abusador de menores. Tras una respuesta vergonzosa y tibia el lunes, el Sodalicio emitió el miércoles un comunicado inédito por su dureza y por su apertura a apoyar las pesquisas. Y la Fiscalía ha abierto una investigación que, aunque complicada dado el tiempo transcurrido, esculcará a Figari. 
 
No ha sido fácil llegar a donde estamos y es necesario recordarlo para evitar que el tema se vuelva a silenciar. Cuando en el 2011 se hacen públicas las denuncias de abuso sexual contra German Doig, mano derecha de Figari, que dieron lugar a que se paralice su proceso de beatificación, el Sodalicio emitió un sobrio comunicado en el que señalaron que “queremos dejar en claro que estas conductas (…)  no sólo no pueden tener cabida en nuestra comunidad sino que deben ser denunciadas y rechazadas con energía, claridad y transparencia. Actos graves como estos conllevan un proceso de expulsión del Sodalicio.”   
 
Nada se dijo en ese comunicado, ni se dijo luego, sobre las razones que llevaron a la renuncia de Figari como líder del grupo apenas meses antes. A pesar de que en las semanas siguientes fue un secreto a voces que se produjo por acusaciones similares, se optó por el silencio. Es más, cuando esas denuncias se filtran a la prensa ese mismo año lo que se aprecia es negación y conductas matonescas. Luego, más silencio por cuatro años.
 
Si había arrepentimiento era otra la respuesta, como lo ha señalado en todo este tiempo Salinas y quienes seguimos el caso. Se debía reconocer que, como muestra el libro, la institución se diseñó sobre pilares de obediencia, verticalidad, secretismo y una fidelidad conspirativa que impedían la detección y denuncia de estos temas. Es decir, era altamente probable que otros miembros de la jerarquía no estuvieran diciendo todo lo que sabían y que otros casos hayan sido silenciados.
 
Porque dense cuenta. Los miembros de buena fe de dicha institución, a quienes a pesar de mis enormes discrepancias creo cuando me dicen que no sabían nada, debían lidiar con la posibilidad de que todo el edificio doctrinario, las reglas adoptadas con la justificación de reforzar la espiritualidad, crear soldados de María, eran en realidad una trampa ideada por pedófilos. Sus principios matrices podían ser la estrategia de un par de violadores que sabían que de esa manera podían quebrar a sus víctimas y mantener impunes sus crímenes. La verdad sobre qué fue el motor de los fundadores, el crimen o la fe, seguro es complicada, enrevesada, y solo podría conocerse tras una revisión profunda de la forma en que actuaron otros jerarcas y abrirse a las denuncias. 
 
Y no, nada de ello sucedió. Con su silencio fueron cómplices. Incluso el lunes, un día después del escándalo, se insistía en una tibieza insultante.  El comunicado del miércoles rompe con esta dinámica, muestra otra actitud, pero comprenderán, dados los antecedentes, mi enorme desconfianza de que algo va a cambiar, especialmente si la contrición viene después del cachetadón mediático. ¿Quieren comenzar a actuar moralmente? Lo que se espera, entonces, es que, como prometen en su comunicado del 2011, expulsen a Figari, lo hagan volver a a Lima para ponerlo a disposición de la justicia y contribuyan a buscar testimonios que permitan su sanción terrenal. De allí hablamos de arrepentimiento.

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